Globalización: China
“Dejen que China duerma, porque cuando despierte el mundo temblará”, dijo Napoleón proféticamente hace más de dos siglos. Pero para América Latina el despertar de China fue una noticia espléndida: impulsó un superciclo de materias primas que llevó a la región a una de sus mayores bonanzas en la historia económica moderna.
Los temblores más bien están comenzando a sentirse ahora que, después de más de tres décadas de vigorosa actividad, el gigante asiático da señales de agotamiento. Los problemas bursátiles no son más que un síntoma de un proceso de enfriamiento estructural.
La economía china ha sido una locomotora que ha acelerado el crecimiento de países como el Perú, y su inevitablemente desaceleración tiene un efecto importante que ya se siente.
Un estimado del Banco Mundial (BM) publicado en el Global Economic Prospects de enero del 2015 sugiere que una reducción de un punto porcentual en el crecimiento del PBI de China puede causar una reducción acumulada de la misma magnitud en el crecimiento del PBI peruano en el lapso de dos años. El principal canal de transmisión es el precio de las materias primas, que en promedio se reduciría en 5% en los dos años siguientes.
Casi el 50% de la caída del crecimiento en el PBI peruano entre el 2012 y el 2014 (cuando pasó de crecer 6% a 2.4%) se explicaría por la reducción del crecimiento en el PBI chino del 2012, cuando creció 7.8% comparado con el 9.5% del año anterior.
Para los siguientes años, el FMI, el BM, la OCDE y las Naciones Unidas proyectan que la economía china crecerá a tasas menores. Algunos estimados más pesimistas ubican el crecimiento en rangos bastante menores, como Morgan Stanley, que proyecta un máximo de 5% para el 2015.
Siendo China una variable tan trascendental para el Perú, se debe tomar en cuenta que el crecimiento no es para siempre.
El fenómeno de expansión ha tenido una duración inédita de 36 años a una tasa de 10%, pero China no es el primer país que sorprende por lograr un desempeño extraordinario prolongado. Durante los 15 años entre 1958 y 1973 Japón creció a una tasa promedio de 9.5%. Durante los 26 años entre 1970 y 1996Corea del Sur creció también a 9.5% en promedio. Pero a ambos los alcanzó la gravedad y se nivelaron. En los diez años posteriores a su período de despegue, Japón creció a 3.5% en promedio y Corea del Sur a 5%.
Esto se ve claramente en la evolución del PBI per cápita real. El crecimiento de Japón y Corea del Sur se normalizó cuando ambos alcanzaron el mismo nivel de PBI per cápita, que China ya alcanzó. No es casualidad entonces que ahora China parece estarse adaptando a un nuevo ritmo.
Mucha inversión y poca eficiencia. China ha dependido mucho más de la inversión para crecer. Según cifras oficiales, entre 1978 y el 2012 el 56% del crecimiento de la economía china se debió al aumento en la inversión. Si algo ha caracterizado el milagro chino es un despliegue masivo y abrumador de capital, pero con una productividad relativamente baja.
Más aun, entre el 2007 y el 2012 el 82% del crecimiento de China se debió al aumento en la inversión. El gobierno chino controla la mayor parte del sistema financiero y lo ha usado para asignar crédito a proyectos de inversión que estimulen la economía, y en teoría podría seguir haciéndolo. Pero se enfrenta con dos obstáculos. El primero es un remedio cada vez menos efectivo. Mientras entre 1978 y el 2012 en promedio se necesitaron US$3.88 de inversión para generar US$1 de PBI adicional por año, entre el 2007 y el 2012 fue necesario invertir US$5 para tener el mismo efecto. Eso es el resultado del exceso de inversión con un crecimiento modesto de la productividad. Hay un límite natural de cuánto puede crecer una economía simplemente por construir más rascacielos, puentes, y fábricas, si la productividad no aumenta y estos activos no se usan eficientemente.
La deuda china ya está en niveles alarmantes. La deuda total en China se cuadruplicó entre el 2007 y mediados del 2014: de US$7 millones de millones (trillions) a US$28 millones de millones, según el McKinsey Global Institute. Existe un riesgo serio de sobreendeudamiento.
A todos los problemas económicos de China se suma su delicada situación política. Con el frenesí que existe en el mundo empresarial por hacer negocios con el gigante asiático es fácil perder de vista algo obvio: es una dictadura comunista. La propiedad privada es limitada, el Estado controla directa o indirectamente la actividad económica más importante, la libertad de expresión se restringe, no hay competencia política ni separación de poderes.
El reto de aumentar la productividad y depender menos de la inversión para crecer puede significar un costo político demasiado alto para el Partido Comunista Chino (PCCh). Liberalizar más la economía y reformar el sector público pueden crear seria inestabilidad. Según la revista The Economist, existen más de 150,000 empresas públicas en China.
En los últimos años la conflictividad social en China ha aumentado a una tasa tan vertiginosa como la actividad económica. Se podría decir que en China lo milagroso no sólo es la economía, sino que el PCCh logre mantener a la población bajo control a pesar del creciente descontento. De acuerdo a un reporte del Carnegie Endowment for International Peace, las movilizaciones forzosas por proyectos de infraestructura y construcción o por la urbanización mandatoria de la población rural son la principal fuente de conflictos. El primer ministro chino Li Keqiang se propuso desde el inicio de su mandato en el 2013 urbanizar a 250 millones de personas como parte de su intento por estimular el consumo en el mediano plazo a la par que despliega más inversión en el corto. Lograr una reubicación de esa magnitud sin crear problemas sociales graves puede probar ser imposible, como lo muestra la evolución de los conflictos. En un artículo en el Columbia Journal of International Affairs, la especialista en China Ying Chen explica que además el desempleo, la corrupción y la desigualdad son fuentes crecientes de insatisfacción.
Hasta el momento el crecimiento económico ha ayudado a mitigar el descontento social e impedir que el aumento de los conflictos sea desestabilizante; pero ahora que la economía se desacelera y China necesita tomar medidas más drásticas, lograr un balance será mucho más difícil.
Si no mejora el crecimiento económico, el gobierno corre el riesgo de perder el control de la población. Ya ha habido algunas señales. Después de las protestas de la Primavera Árabe en Medio Oriente, el PCCh bloqueó en Internet todas las páginas con noticias sobre el tema. Aun así hubo un intento tímido por organizar actividades en China, que fueron bautizadas las ‘protestas jazmín’, que el gobierno logró controlar con un despliegue abrumador y veloz de fuerzas policiales que impidió que crecieran.
El PCCh tiene que lograr uno de los actos de equilibrismo político y económico más complicados en la historia.
OXFORD Educación Corporativa Ejecutiva, es una organización peruana, privada, de alcance internacional con autonomía académica y de gestión. Dedicada a brindar servicios de Capacitación, Consultoría, Asesoría a ejecutivos, profesionales, estudiantes y organizaciones, tanto del sector público como privado, en diversos formatos, programas corporativos y otros servicios académicos y profesionales. Nuestros servicios se sustentan en el trabajo corporativo y coordinado de todos sus integrantes, y del equipo de profesionales, altamente capacitado, motivado, responsable y con vocación de servicio, con amplios conocimientos y reconocida experiencia en el campo de la Docencia, Consultoría y Asesoría.